Trastorno de personalidad antisocial ¿Qué es y como tratarlo?

Trastorno de personalidad antisocial

¿Te has preguntado alguna vez qué pasa por la mente de esas personas que parecen vivir sin remordimientos? El trastorno de personalidad antisocial es mucho más que ser un rebelde o un gamberro. La gente que lo padece tiene verdaderas dificultades para conectar con los demás y seguir las normas sociales. No sienten culpa cuando hacen daño a otros y les cuesta horrores ponerse en el lugar de los demás.

Este trastorno suele aparecer en la adolescencia, empiezan a meterse en líos desde muy temprana edad y tienen problemas con todo lo que les rodea. La mayoría de las veces mienten sin pestañear y les da igual hacer daño a personas o animales. Pero esto no significa que todos los adolescentes problemáticos tengan este trastorno.

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Señales de alerta que no podemos ignorar

Los expertos han identificado varios comportamientos típicos que nos pueden hacer sospechar. La persona suele ser muy manipuladora y utiliza su encanto para conseguir lo que quiere. No aprende de sus errores y le da igual meterse en problemas una y otra vez.

Imagínate que tienes un compañero de trabajo que siempre está metido en conflictos. No paga sus deudas hace promesas que nunca cumple y cuando le pillas en una mentira no muestra ni pizca de arrepentimiento. Pues estos son algunos ejemplos de señales que pueden indicar la presencia del trastorno.

Tratamiento: un camino largo pero posible

El tratamiento no es nada fácil principalmente porque estas personas no suelen buscar ayuda por su cuenta porque no reconocen tener un trastorno mental. La mayoría acaban en terapia obligados por un juez o por su familia. Los psicólogos utilizan diferentes técnicas para ayudarles a desarrollar empatía y a controlar sus impulsos.

La terapia cognitivo-conductual ha demostrado buenos resultados. Se centra en cambiar los patrones de pensamiento destructivos y enseñar habilidades sociales básicas. También es importante tratar otros problemas que suelen ir de la mano como el consumo de drogas o la depresión.

El papel fundamental del entorno

Las familias juegan un papel crucial en el tratamiento. Necesitan aprender a poner límites claros y mantenerlos. No es fácil porque estas personas son expertas en manipular y saltarse las normas. El apoyo profesional es fundamental para que las familias no se desgasten en el proceso.

Los medicamentos por sí solos no curan el trastorno. Pero pueden ayudar a controlar algunos síntomas como la impulsividad o la agresividad. El tratamiento tiene que ser integral y durar el tiempo necesario. No existen las soluciones mágicas pero con el apoyo adecuado estas personas pueden aprender a llevar una vida más estable.

Aunque el pronóstico puede parecer desalentador hay esperanza. Muchas personas con este trastorno han conseguido mejorar su calidad de vida gracias a un diagnóstico temprano y un tratamiento adecuado. La clave está en no tirar la toalla y buscar ayuda profesional cuanto antes.

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