¿Se puede cambiar el procesador de un portatil?
Cambiar el procesador de un portátil no es como cambiar las pilas del mando de la tele. Es una operación compleja y en muchos casos imposible. ¿Por qué? Pues porque la mayoría de los portátiles modernos tienen el procesador soldado a la placa base. Vamos, que está ahí pegado y no hay forma humana de sacarlo sin destrozar todo.
Compatibilidad del socket: clave para el cambio de CPU
Algunos portátiles, sobre todo los más antiguos o los modelos de gama alta, sí permiten cambiar el procesador. ¿Cómo puedes saber si el tuyo es uno de estos afortunados? Pues lo primero es investigar. Busca el modelo exacto de tu portátil y mira si tiene un socket de CPU. Este es el huequecito donde va enchufado el procesador.
Si tienes suerte y tu portátil tiene socket, el siguiente paso es averiguar qué tipo de socket es. No todos los procesadores valen para todos los sockets. Es como intentar meter un enchufe europeo en una toma americana. No cuadra. Así que tendrás que buscar un procesador que sea compatible con el socket de tu portátil.
Requisitos de energía y refrigeración para la nueva CPU
Vale, has encontrado un procesador compatible. Ahora toca pensar en la energía y la refrigeración. Un procesador más potente necesita más energía y genera más calor. ¿Tu portátil está preparado para eso? Porque si no lo está, te puedes encontrar con que tu flamante procesador nuevo funciona a medio gas o peor aún, que se achicharre.
La fuente de alimentación de tu portátil tiene que ser capaz de suministrar la energía que necesita el nuevo procesador. Y el sistema de refrigeración tiene que poder disipar todo el calor extra que va a generar. Si no es así, vas a tener que pensar en mejorar estos componentes también. ¿Se complica la cosa verdad?
Proceso de instalación: manos a la obra con precaución
Bueno, supongamos que has superado todos estos obstáculos. Tienes un portátil con socket, has encontrado un procesador compatible y tu equipo puede con la energía y el calor extra. Ahora viene lo divertido: la instalación. Y cuando digo divertido, quiero decir complicado y arriesgado.
Lo primero es desmontar el portátil. Tendrás que quitar la tapa inferior, desconectar la batería una vez dentro y localizar el procesador. Ojo con la electricidad estática, que puede cargarse un componente en un pispás. Usa una pulsera antiestática o toca algo metálico antes de meter mano. Una vez localizado el procesador, hay que quitar el disipador de calor. Ten cuidado, que suele estar bien pegado con pasta térmica.
Actualización de BIOS: paso final crucial
Ya has cambiado el procesador y has vuelto a montar todo. ¿Listo para encender? Espera un momento. Antes de darle al botón, es muy probable que tengas que actualizar la BIOS. La BIOS es como el director de orquesta de tu portátil, y necesita saber que hay un músico nuevo en la banda. Si no actualizas la BIOS, es posible que tu portátil ni siquiera arranque.
Busca en la web del fabricante la última versión de la BIOS para tu modelo de portátil. Descárgala e instálala siguiendo las instrucciones al pie de la letra.
¡Y por lo que más quieras, no se te ocurra apagar el portátil durante la actualización. Si se va la luz a mitad del proceso, puedes despedirte de tu equipo!
¿Que si merece la pena todo este lío? Pues depende. Si tienes un portátil que lo permite, si encuentras un procesador compatible que suponga una mejora sustancial y si te ves capaz de hacer todo el proceso sin cargarte nada, adelante. Pero si no estás seguro, igual es mejor que te plantees comprar un portátil nuevo. A veces, lo nuevo sale más barato que intentar resucitar lo viejo.
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