¿Qué es el ego de una persona?

El ego es como una especie de "yo" que llevamos dentro. Es la imagen que tenemos de nosotros mismos. Incluye lo que pensamos que somos nuestras cualidades nuestros defectos y hasta nuestros miedos. Es como si fuera un personaje que hemos creado en nuestra mente y que creemos que somos nosotros.
Pero el ego no es malo por sí mismo. Nos ayuda a tener confianza en nosotros mismos y a enfrentarnos al mundo. El problema viene cuando se nos va de las manos y empezamos a creernos más importantes de lo que somos. Ahí es cuando la gente empieza a decir que tenemos el ego por las nubes.
Cuando el ego se hace el jefe
A veces el ego se pone mandón y quiere llevar las riendas de todo. Nos hace creer que siempre tenemos la razón que somos mejores que los demás o que merecemos un trato especial. ¿Te suena de algo? Seguro que conoces a alguien así. O igual te has pillado a ti mismo pensando de esta manera alguna vez.
El ego también puede ser muy sensible. Se ofende fácilmente y no le gusta que le lleven la contraria. Por eso a veces nos cuesta tanto aceptar las críticas o admitir que nos hemos equivocado. Es como si el ego fuera un niño pequeño que se enfada cuando las cosas no salen como él quiere.
Pero no todo es negativo. Un ego sano nos ayuda a valorarnos y a poner límites. El truco está en encontrar el equilibrio. Ni tan alto que nos creamos el ombligo del mundo ni tan bajo que dejemos que nos pasen por encima.
El ego en nuestras relaciones
¿Sabes esas discusiones en las que ninguno quiere dar su brazo a torcer? Pues ahí tienes al ego en acción. A veces preferimos tener razón que ser felices. El ego nos juega malas pasadas en nuestras relaciones. Nos hace ver las cosas solo desde nuestro punto de vista y nos impide ponernos en el lugar del otro.
Pero también puede ser nuestro aliado. Un ego equilibrado nos ayuda a comunicarnos mejor a expresar nuestras necesidades y a respetar las de los demás. Es como un puente entre nosotros y el mundo. Si está bien construido nos permite conectar con los otros sin perdernos a nosotros mismos.
Domesticando al ego
Vale y ahora te estarás preguntando: ¿qué hago con mi ego? Pues como con todo en la vida la clave está en conocerlo y aprender a manejarlo. Es como un perro, gato o tu mascota. Si lo educas bien será tu mejor amigo pero si lo dejas a su aire te dará más de un disgusto.
Una buena forma de empezar es observarnos. Fíjate en esos momentos en los que te sientes ofendido superior o a la defensiva. Ahí está tu ego asomando la cabeza. No se trata de eliminarlo sino de entenderlo y ponerlo en su sitio.
La meditación el mindfulness o simplemente pararse a reflexionar pueden ser buenos aliados en esta tarea. También ayuda rodearse de gente que nos baje los humos de vez en cuando. Esos amigos que nos dicen las cosas a la cara aunque no nos guste oírlas son oro puro.
El ego es esa parte de nosotros que nos hace únicos pero que también puede complicarnos la vida si se desmadra. Conocerlo aceptarlo y mantenerlo a raya es todo un arte. Pero oye que nadie dijo que esto de ser persona fuera fácil.
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