Qlifot o Qliphoth: El árbol de la muerte

¿Te has preguntado alguna vez si existe un lado oscuro en la espiritualidad? Pues bien, en la Cábala judía hay un concepto que te pondrá los pelos de punta. Se trata del Qlifot o Qliphoth, también conocido como el árbol de la muerte. Este árbol no es como los que ves en el parque. Es una representación simbólica de las fuerzas negativas del universo. Imagina un árbol cuyas ramas están llenas de maldad y caos en lugar de hojas y frutos.
El Qlifot es lo opuesto al árbol de la vida, que representa la luz y la creación divina. Mientras el árbol de la vida tiene diez esferas llamadas Sefirot, el Qlifot tiene once. Estas once esferas son como contenedores de energía negativa. Cada una representa un aspecto diferente del mal y el desorden. ¿Te imaginas un mundo donde estas fuerzas dominaran? Sería un auténtico caos.
Las raíces del mal
Las raíces del Qlifot se hunden en lo más profundo de la oscuridad. Según la tradición cabalística, estas raíces nacen de un lugar llamado Thaumiel. Este es el reino de los demonios gemelos que se oponen a Dios. ¿Suena aterrador, verdad? Pues espera, que hay más. Se dice que estos demonios están en constante lucha, tratando de usurpar el trono divino.
Pero no todo es tan simple en el mundo del Qlifot. Aunque representa el mal, también se considera necesario para el equilibrio del universo. ¿Cómo puede ser esto? Pues verás, en la Cábala se cree que sin oscuridad no puede haber luz. Sin el Qlifot, el árbol de la vida no tendría sentido. Es como esas películas donde el héroe necesita un villano para destacar.
El camino de la sombra
Ahora bien, no vayas a pensar que el Qlifot es algo que solo existe en viejos libros polvorientos. Hay quienes creen que estas fuerzas negativas están activas en nuestro mundo. Algunos ocultistas incluso tratan de trabajar con ellas. ¿Te parece una locura? Pues hay gente que lo hace. Dicen que es una forma de enfrentarse a los aspectos más oscuros de uno mismo.
Pero cuidado, que jugar con el Qlifot no es ninguna broma. Se dice que quien se adentra en sus dominios sin la preparación adecuada puede acabar muy mal. Imagina que abres una puerta a lo desconocido y no puedes cerrarla. Aterrador, ¿no? Por eso muchos maestros de la Cábala advierten contra estas prácticas.
Las once esferas del caos
El Qlifot se divide en once esferas, cada una con su propio nombre y significado. La primera se llama Nahemoth y representa el mal más primitivo. Luego viene Gamaliel, asociada con la impureza. Y así sucesivamente hasta llegar a Thaumiel, la esfera más profunda y oscura. Cada una de estas esferas es como un nivel en un videojuego de terror. Cuanto más bajas, más peligroso se vuelve todo.
¿Y sabes qué es lo más curioso? Estas esferas no son solo conceptos abstractos. Se cree que tienen sus propios gobernantes demoníacos. Nombres como Beelzebub, Asmodeus o Lilith aparecen en los textos que hablan del Qlifot. ¿Te suenan? Seguro que has oído hablar de ellos en alguna película o libro de terror.
El reflejo oscuro de la creación
Pero el Qlifot no es solo una colección de fuerzas malignas. También se ve como un reflejo distorsionado de la creación divina. Cada esfera del Qlifot se corresponde con una Sefirá del árbol de la vida. Es como si por cada aspecto positivo del universo hubiera uno negativo. ¿No te recuerda un poco a esas historias de universos paralelos?
Esta idea del reflejo oscuro tiene implicaciones profundas. Sugiere que el mal no es algo separado de la creación, sino una parte integral de ella. Es un pensamiento que da que pensar, ¿verdad? Nos hace cuestionar la naturaleza misma del bien y del mal.
Más allá del bien y del mal
Al final, el concepto del Qlifot nos lleva a preguntas más grandes sobre la naturaleza del universo. ¿Es el mal necesario para que exista el bien? ¿Podría existir la luz sin la oscuridad? Son preguntas que filósofos y teólogos llevan siglos debatiendo. Y el Qlifot está en el centro de ese debate.
El árbol de la muerte no es solo un concepto oscuro de una antigua tradición mística. Es una idea que nos hace reflexionar sobre la naturaleza misma de la realidad. Nos recuerda que el universo es más complejo de lo que parece a simple vista. Y quizás, solo quizás, nos ayuda a entender mejor nuestro propio lado oscuro. Porque al final, todos tenemos luz y sombra dentro de nosotros.
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