Procrastinación y depresión ¿Existe relación?

La procrastinación y la depresión a menudo van de la mano y es un combo muy peligroso que puede complicarte la vida si no lo pillas a tiempo. La procrastinación es ese hábito de dejar las cosas para luego aunque sepamos que nos van a traer problemas. Y la depresión es un trastorno del estado de ánimo que te deja sin energía ni motivación. Pues sí, tienen bastante en común.
El círculo vicioso: cuando todo se complica
La procrastinación y la depresión pueden crear un círculo vicioso del que puede resultar muy difícil salir. Estás un poco bajón y no tienes ganas de hacer nada. Empiezas a dejar tareas para luego. Se te van acumulando. Te sientes culpable y más depre aún. Y vuelta a empezar. Como una pescadilla que se muerde la cola y cada vez te hundes más.
Es que cuando estás depresivo hasta las tareas más simples se convierten en montañas. Ducharte vestirte o hasta comer pueden parecer un esfuerzo sobrehumano. Y claro si no puedes ni con lo básico ¿cómo vas a ponerte con tareas más complejas? Pues eso terminas procrastinando, y es lo más normal.
Síntomas compartidos: cuando las señales se confunden
Pero a veces es difícil saber si estamos ante un caso de procrastinación crónica o si hay depresión de por medio. Los síntomas se parecen muchísimo. Falta de motivación dificultad para concentrarse sensación de agobio… Pues podrían ser señales tanto de procrastinación como de depresión. O de las dos a la vez que también pasa.
La autoestima juega un papel importante en ambos casos. Cuando procrastinas te sientes un inútil por no hacer las cosas. Y cuando estás depresivo la autoestima brila por su ausencia. La baja autoestima te lleva a procrastinar y procrastinar baja tu autoestima.
Factores de riesgo: ¿quién está en peligro?
La procrastinación y la depresión pueden ir de la mano. Pero ¿quién tiene más papeletas para caer en este lío? Hay ciertos factores de riesgo que comparten. Por ejemplo la ansiedad. Si eres una persona ansiosa es más probable que procrastines para evitar el estrés. Y la ansiedad también es un compañero frecuente de la depresión.
El perfeccionismo es otro factor de riesgo. Los perfeccionistas tienden a procrastinar porque les da miedo no hacer las cosas perfectas.
Y ese mismo perfeccionismo puede llevar a una depresión si sientes que nunca estás a la altura. También influye el entorno. Si vives o trabajas en un ambiente negativo o estresante tienes más papeletas tanto para procrastinar como para deprimirte.
Cuando la cosa se pone seria
Las consecuencias de este dúo diabólico pueden convertirese en algo muy grave. En el trabajo pueden llevarte al despido o a perder oportunidades de ascenso. En los estudios al fracaso académico. Y en tu vida personal pueden echar por tierra las relaciones y hasta tu salud física. El estrés crónico que produce esta situación te puede pasar factura en el cuerpo.
Pero lo peor es cómo te afecta por dentro. Te sientes un fracasado. Tu autoestima se va a pique. Empiezas a aislarte de la gente. Y antes de que te des cuenta estás metido en un pozo del que parece imposible salir.
Romper el ciclo: estrategias para salir de este bucle
Pero no todo está perdido, siempre hay esperanzas. Vas a salir de este lío aunque cueste. Lo primero es reconocer el problema. Si ves que tu procrastinación va más allá de la simple pereza y está afectando seriamente tu vida puede que sea hora de buscar ayuda profesional. Un psicólogo puede ayudarte a distinguir si estás ante un caso de procrastinación crónica o si hay depresión de por medio.
Luego toca ponerse manos a la obra. Hay un montón de técnicas para combatir la procrastinación. Dividir las tareas en partes más pequeñas usar la técnica Pomodoro establecer rutinas…
Y para la depresión además del tratamiento que te recomiende el profesional hay cosas que puedes hacer. Ejercicio una dieta sana dormir bien… Parece una chorrada pero te puedo asegurar que ayuda muchsímo.
Autocuidado y compasión: sé amable contigo mismo
Y lo más importante: no te machaques. Ni por procrastinar ni por sentirte deprimido. Sé amable contigo mismo. Tratarse con dureza solo empeora las cosas. Intenta hablarte como le hablarías a un amigo en tu situación. Con paciencia y comprensión. Es que a veces somos más duros con nosotros mismos que con nadie más.
Se trata de ir poco a poco. Roma no se construyó en un día y tú tampoco vas a salir de este bache de la noche a la mañana. Celebra los pequeños logros. ¿Te has duchado hoy? Pues enhorabuena. ¿Has hecho aunque sea una tarea pequeña? Pues a darse un premio con algo que te guste. Poco a poco irás ganando confianza y motivación. Y antes de que te des cuenta estarás de vuelta en el ruedo dando guerra.
Deja una respuesta