Los mejores juegos PS1: acción, aventura y sigilo

¿Te acuerdas de cuando salió la PlayStation 1? De repente, teníamos en casa una máquina capaz de transportarnos a mundos increíbles. Los gráficos en 3D nos dejaban con la boca abierta, y los juegos de acción y aventura eran los reyes indiscutibles. Había para todos los gustos: desde los que te hacían sentir como Indiana Jones hasta los que te convertían en un espía internacional.
Entre mis favoritos estaba Tomb Raider. Lara Croft era la protagonista y menuda heroína. Te pasabas horas explorando ruinas, resolviendo puzles y enfrentándote a enemigos. Lo mejor era la sensación de libertad que te daba, como si realmente estuvieras en esas tumbas antiguas. Y los saltos, madre mía, a veces te pasabas un buen rato calculando cómo llegar a esa cornisa que parecía imposible.
Sigilo y espionaje: Cuando el silencio es tu mejor arma
Pero si lo tuyo era el sigilo, Metal Gear Solid se llevaba el premio. Te metías en la piel de Solid Snake, un agente secreto que tenía que infiltrarse en bases enemigas sin ser detectado. El juego te enseñaba que a veces la mejor estrategia era no luchar. Te pasabas minutos enteros estudiando los patrones de los guardias, esperando el momento perfecto para colarte entre ellos.
Y hablando de sigilo, ¿te acuerdas de Syphon Filter? Ese juego mezclaba la acción desenfrenada con misiones de espionaje. Gabe Logan, el protagonista, tenía un arsenal de armas y gadgets que ya los quisiera James Bond. Lo más guay era usar la pistola eléctrica para noquear a los enemigos sin hacer ruido. Eso sí, cuando la cosa se ponía fea, siempre podías sacar la Uzi y sembrar el caos.
Mundos abiertos y personajes inolvidables
Otro juego que me tenía enganchado era Spyro the Dragon. Vale, no era de acción pura y dura, pero vaya aventuras te echabas con ese pequeño dragón morado. Recorrer esos enormes mundos, recolectando gemas y liberando a otros dragones, era adictivo. Y los mini juegos de vuelo, qué manera de perder el tiempo intentando conseguir todas las medallas.
Y si hablamos de juegos emblemáticos de la PS1, no podemos olvidarnos de Crash Bandicoot. Ese marsupial naranja se convirtió en la mascota no oficial de PlayStation. Los niveles eran un desafío constante, con trampas por todos lados y enemigos que aparecían cuando menos te lo esperabas. Recuerdo pasarme tardes enteras intentando superar ese nivel de la moto o el del oso polar. Qué rabia daba, pero qué satisfacción cuando por fin lo conseguías.
Combates épicos y enemigos finales que daban miedo
Y llegó Final Fantasy VII, accióin en estado puro. Vale que era un RPG, pero las batallas eran espectaculares. Cloud y su espada enorme contra Sephiroth, ese villano que daba más miedo que que olvidarte el móvil en casa. Las invocaciones hipnotizantes, te quedabas embobado viendo cómo Ifrit o Bahamut arrasaban con todo 😀
Tekken 3 era otro imprescindible si querías repartir tortas a diestro y siniestro. Los combates eran frenéticos y cada personaje tenía su estilo único. Te pasabas horas practicando combos para machacar a tus amigos cuando venían a jugar. Y cuando conseguías hacer ese movimiento especial que llevabas tiempo intentando, menuda sensación de triunfo.
La nostalgia de una generación de jugadores
La PS1 nos dio juegos para todos los gustos y cambió para siempre el mundo de los videojuegos. Desde los más frenéticos hasta los que te hacían usar el coco. Ahora, con tantos gráficos realistas y efectos especiales, a veces echo de menos esa época más simple.
Pero lo que no ha cambiado es la emoción de sumergirte en una buena aventura, sea en los píxeles de entonces o en los mundos hiperrealistas de ahora. La PlayStation 1 sentó las bases de lo que serían los videojuegos modernos, y por eso siempre tendrá un hueco especial en el corazón de los que crecimos con ella.
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