Leyes de Mendel: Primera, segunda y tercera

Leyes de Mendel

¿Te has preguntado por qué tus hijos se parecen tanto a tu cuñado? Todo empezó con un monje austríaco que se aburría en su monasterio. Un tal Gregor Mendel que se puso a plantar guisantes y a observar cómo salían las siguientes generaciones. Y gracias a su afición, logró revolucionar nuestra forma de entender la herencia.

La primera ley que sacó de tanto experimento fue simple. Si juntas dos organismos puros para un rasgo sus hijos saldrán todos iguales. Me explico, si cruzas dos plantas con flores moradas puras tendrás una generación entera de flores moradas. No hay más. Esta es la ley de la uniformidad y es la base de todo lo que vino después.

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Genes dominantes y recesivos: El poder de la herencia

La segunda ley es más interesante. Nos dice que los genes pueden esconderse durante una generación y aparecer en la siguiente. Mendel lo descubrió cuando vio que sus guisantes verdes tenían nietos amarillos y esto pasa porque cada ser vivo tiene dos copias de cada gen. Una puede quedar tapada pero sigue ahí lista para salir.

Es como si tuvieras una caja con canicas. Aunque solo veas las rojas las azules siguen dentro esperando su momento. Esta ley explica por qué a veces los nietos se parecen más a los abuelos que a sus padres. Los genes recesivos son así de traviesos.

Características independientes: Cada gen va por su lado

La tercera ley dice que cada característica se hereda por separado. El color de pelo no tiene nada que ver con la forma de la nariz. Cada gen hace lo que le da la gana sin preocuparse por los demás. Mendel lo descubrió al ver que sus guisantes podían ser altos y amarillos bajos y verdes o cualquier combinación.

Esta ley es súper importante porque gracias a ella sabemos que no hay genes "buenos" o "malos". Cada característica es independiente. Tu grupo sanguíneo no influye en el color de tus ojos ni en tu altura. Todo se mezcla al azar como si fuera una lotería genética.

Estas leyes han cambiado la medicina moderna. Los médicos las usan para predecir enfermedades hereditarias. Los científicos las aplican para crear cultivos más resistentes. Los criadores de animales las tienen en cuenta para mejorar sus razas. Todo gracias a un monje que se puso a jugar con guisantes.

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