La Genética de Mendel y los guisantes que revolucionaron la ciencia

Descubrir las leyes de la herencia genética plantando guisantes en tu jardín. Pues eso es lo que hizo exactamente Gregor Mendel, un monje austriaco que se pasó años y años cruzando plantas de guisantes en el monasterio. Y no, no estaba intentando hacer la mejor crema de guisantes de la historia, sino que estaba a punto de revolucionar la ciencia tal y como la conocemos.
Mendel, que de tonto tenía bien poco, se dio cuenta de que las características de los guisantes (como el color, la forma o el tamaño) pasaban de padres a hijos siguiendo unos patrones muy curiosos. Como si estuviera jugando a los Sims, pero con plantas: algunas características aparecían en la siguiente generación y otras parecían desaparecer como por arte de magia.
Las leyes que cambiaron el juego
La primera ley de Mendel son las instrucciones: cada característica viene en pares (los alelos), pero solo uno pasa a la descendencia. Imagina que tienes dos versiones de una receta de tortilla, con o sin cebolla. Cuando tengas hijos, solo les pasarás una de esas versiones, no las dos.
Y aquí viene lo bueno: la segunda ley dice que estas características se heredan de forma independiente. Como una lotería genética: el color de ojos no tiene nada que ver con el tipo de pelo, cada característica va por su cuenta.
Dominancia y recesividad: el poder de los genes
Mendel se dio cuenta de que algunas características eran más "mandonas" que otras. Por ejemplo, si cruzaba guisantes amarillos con verdes, en la siguiente generación todos salían amarillos. El amarillo era el dominante. Esto es lo que llamamos dominancia.
Pero las características recesivas parecen débiles pero guardan un as bajo la manga. Pueden esconderse durante generaciones y aparecer cuando menos te lo esperas. Imagina que tu bisabuelo era pelirrojo... te pasara el gen del pelo rojo aunque nadie más en tu familia lo tenga.
Proporción y probabilidad en la herencia
¿Te has fijado en que en las familias numerosas suele haber más o menos el mismo número de niños que de niñas? Pues Mendel descubrió algo parecido con sus guisantes. Cuando cruzaba plantas con características diferentes, la proporción de descendientes seguía un patrón matemático muy claro: 3:1 para los rasgos dominantes frente a los recesivos.
Y no solo eso, también demostró que estas proporciones se mantenían generación tras generación. Es como si la naturaleza jugara a los dados, pero con las reglas muy claras. Por cada cuatro plantas, tres heredaban el rasgo dominante y una el recesivo.
El legado del monje y sus guisantes
Lo más increíble es que Mendel hizo todos estos descubrimientos sin microscopios modernos ni tecnología avanzada. Solo con guisantes, papel, lápiz y mucha paciencia. Sus experimentos sentaron las bases de la genética moderna, aunque en su época nadie le hizo mucho caso. Es como esos artistas que se hacen famosos después de muertos.
¿Y para qué nos sirve todo esto hoy en día? Pues gracias a Mendel entendemos cómo se heredan las enfermedades genéticas, podemos mejorar los cultivos y hasta predecir características en la descendencia. No está mal para un monje que solo quería entender por qué algunos guisantes salían arrugados y otros lisos.
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