Ejemplos de condicionamiento clásico
Tu perro corre a la cocina cuando escucha el ruido de su bolsa de pienso. O llega raudo a donde estás tú, cuando oye el ruido de la bolsa de patatas que quieres degustar viendo la televisión.. Esto es un ejemplo de condicionamiento clásico en acción. Es ese tipo de aprendizaje que ocurre sin que nos demos cuenta. El cerebro aprende a relacionar dos cosas que pasan juntas una y otra vez hasta que una provoca la reacción de la otra.
Este tipo de aprendizaje está por todas partes en nuestra vida. Piensa en cuando eras pequeño y oías la música del camión de los helados. Tu cerebro aprendió a emocionarse con esa melodía porque la relacionaba con algo rico, incluso ahora de mayor puede que te sientas feliz al escucharla aunque ya no compres helados.
Ejemplos en el entorno escolar
Los estudiantes son expertos en condicionamiento clásico sin saberlo. Muchos se ponen nerviosos solo de ver un folio en blanco porque lo relacionan con los exámenes. El simple hecho de entrar en la sala de exámenes puede hacer que el corazón les vaya a mil por hora. Es una respuesta aprendida tras años de experiencia.
Los profesores usan este principio para crear rutinas en clase. Algunos ponen una canción específica para indicar que es hora de recoger. Otros usan una campana para marcar el inicio de la clase. Los alumnos aprenden estas señales y responden a ellas de forma natural sin necesidad de explicaciones.
Condicionamiento en la publicidad
Los anuncios son maestros del condicionamiento clásico. Las marcas de refrescos siempre muestran gente feliz bebiendo sus productos. ¿El resultado? Acabamos asociando esa bebida con buenos momentos. Y no es casualidad que los anuncios navideños nos hagan sentir nostalgia y ganas de comprar.
Las empresas de comida rápida usan los mismos colores en todos sus restaurantes. El cerebro aprende a relacionar esos colores con el sabor de la comida, por eso cuando ves esos colores en la calle te pueden entrar ganas de comer aunque no tengas hambre. Es puro condicionamiento.
Aplicaciones en la vida cotidiana
En casa podemos ver muchos ejemplos. El ruido del despertador nos pone de mal humor porque lo relacionamos con madrugar. El olor a café nos espabila incluso antes de tomarlo. Estos son ejemplos de cómo nuestro cerebro aprende a anticipar lo que va a pasar.
Los padres usan el condicionamiento sin darse cuenta. Cuando un bebé llora y lo calmas con una nana el bebé aprende a relajarse al oír esa melodía. Cuando premias a un niño por portarse bien está aprendiendo a relacionar el buen comportamiento con cosas positivas.
Efectos en nuestras emociones
Las emociones también se pueden condicionar. Si tuviste una mala experiencia en la piscina de pequeño puede que ahora te pongas tenso solo de ver agua. O si te mordió un perro puede que te asustes al oír un ladrido. El cerebro aprende a protegernos aunque a veces se pasa de precavido.
Pero también funciona al revés. Si escuchas tu canción favorita cuando estás contento acabarás asociando esa canción con buenos momentos. Por eso la música puede cambiar nuestro estado de ánimo tan rápido. Es un condicionamiento que hemos ido creando sin darnos cuenta.
Uso en terapias y tratamientos
Los psicólogos usan el condicionamiento clásico para tratar fobias y miedos. Por ejemplo si alguien tiene miedo a las arañas empiezan mostrándole fotos mientras está relajado. Poco a poco el cerebro aprende que las arañas no son tan peligrosas como pensaba.
En medicina también se usa este principio. Algunos pacientes de quimioterapia sienten náuseas solo de ver el hospital. No es por la enfermedad sino porque han aprendido a relacionar el lugar con el malestar del tratamiento. Por eso los médicos intentan crear ambientes más agradables para evitar estas asociaciones negativas.
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