¿Cómo dejar de llorar por todo?

Hoy te traigo algunos consejos prácticos para saber cómo dejar de llorar por todo y controlar el llanto. ¿Te pasa que lloras por cualquier cosa? A mí me pasaba igual. Me sentía como una fuente andante, siempre a punto de soltar el grifo. Era agotador y vergonzoso. Pero con el tiempo aprendí algunos trucos para controlar mejor mis emociones. No es que ahora sea una roca sin sentimientos, pero ya no me derrumbo por tonterías. Te cuento lo que me ha funcionado.
Lo primero es aceptar que llorar es normal y saludable. No te castigues por ser sensible. Todos tenemos días malos. El problema es cuando se convierte en algo constante que te impide hacer vida normal. Si es tu caso, respira hondo y piensa que tiene solución. Con un poco de esfuerzo y práctica, puedes aprender a gestionar mejor tus emociones.
Técnicas de relajación para calmar los nervios
Una de las cosas que más me ha ayudado es practicar técnicas de relajación. Cuando noto que me estoy alterando, me paro un momento y hago respiraciones profundas. Inspiro contando hasta 4, aguanto 2 segundos, y espiro despacio contando hasta 6. Repito unas cuantas veces hasta que me calmo. También me va bien tensar y relajar los músculos por grupos. Empiezo por los pies y voy subiendo hasta la cara.
Otra cosa útil es distraerte con algo que te guste. Yo me pongo música alegre y me pongo a bailar como una loca en mi habitación. O salgo a dar un paseo rápido. El ejercicio libera endorfinas que te animan. A veces llamo a una amiga para charlar de cualquier cosa. Lo importante es cortar el círculo de pensamientos negativos que te llevan al llanto.
Identificar los desencadenantes emocionales
Con el tiempo he aprendido a reconocer qué cosas me ponen sensible. El cansancio es una de ellas. Cuando duermo poco estoy mucho más irritable. También me afectan mucho las críticas o sentirme rechazada. Ahora que lo sé, puedo anticiparme. Si tengo una semana dura en el trabajo, intento descansar más. Y practico frases positivas para no tomarme los comentarios ajenos tan a pecho.
Es útil llevar un diario emocional. Apunta las situaciones que te hacen llorar y cómo te sientes. Con el tiempo verás patrones. A lo mejor lloras más cuando estás con ciertas personas, o en momentos concretos del día. Conocerte mejor te ayudará a prevenir los momentos difíciles. Y podrás buscar soluciones más específicas para tu caso.
Cambiar la perspectiva ante los problemas
Muchas veces lloramos porque nos agobiamos y vemos todo negro. Pero la mayoría de problemas tienen solución, o al menos no son tan graves como parecen en el momento. Cuando me pasa, intento pensar: ¿Esto importará dentro de un año? ¿Hay algo que pueda hacer para mejorarlo? Si la respuesta es no, ¿para qué preocuparme? Y si es que sí, me centro en buscar soluciones en vez de hundirme.
También ayuda pensar en las cosas buenas de tu vida. Haz una lista de agradecimiento cada día. Aunque sean cosas pequeñas como "hoy ha hecho sol" o "me he reído con un chiste". Poco a poco irás entrenando tu cerebro para ver el lado positivo. No se trata de negar los problemas, sino de no dejar que te hundan. Hay que buscar el equilibrio.
Buscar apoyo y expresar las emociones de forma saludable
A veces necesitamos llorar y está bien. Lo importante es hacerlo de forma constructiva. En vez de aguantarte todo el día y explotar por la noche, busca momentos para desahogarte. Habla con alguien de confianza sobre lo que te preocupa. O escribe en un diario. El objetivo es sacar lo que llevas dentro de forma controlada, no que te desborde en cualquier momento.
Si ves que no puedes manejarlo sola, no dudes en pedir ayuda profesional. Un psicólogo puede darte herramientas muy útiles para gestionar tus emociones. A mí me ayudó mucho la terapia cognitivo-conductual. Me enseñó a identificar pensamientos negativos automáticos y cambiarlos por otros más realistas. No es fácil, pero con práctica se consigue.
Cuidar la salud física y emocional
Por último, no olvides cuidarte. Come bien, duerme lo suficiente y haz algo de ejercicio. Cuando estamos cansados o mal alimentados somos mucho más vulnerables emocionalmente. Dedica tiempo a actividades que te gusten y te relajen. Puede ser leer, pintar, cocinar o lo que sea que te haga feliz. Mímate un poco cada día.
Y sobre todo, sé paciente contigo misma. Cambiar hábitos emocionales lleva tiempo. Habrá días mejores y peores. No te exijas perfección. Cada pequeño avance es una victoria. Con constancia y cariño hacia ti misma, poco a poco irás sintiéndote más fuerte y equilibrada.
Deja una respuesta