Chenrezig o Avalokiteshvara: El Buda del amor y la compasión
El budismo alberga una rica mitología repleta de deidades, bodhisattvas y figuras iluminadas. Una de las más relevantes y veneradas es Chenrezig, también conocido como Avalokiteshvara. Considerado la personificación de la compasión universal, se le conoce como el Buda del amor incondicional. ¿De dónde surgió esta figura tan inspiradora? Repasemos sus orígenes, evolución histórica y qué representa en el corazón de los budistas.
Orígenes míticos
Chenrezig no siempre fue considerado un buda o un bodhisattva. Al contrario, se dice que era un monje budista mortal que alcanzó la iluminación y se convirtió en buda pero, debido a su gran compasión, postergó su entrada al nirvana con el fin de ayudar a disminuir el sufrimiento en el mundo y guiar a otros al despertar. Con el tiempo, se transformó en una especie de buda arquetípico que simboliza el amor al prójimo llevado a su máxima expresión.
Según antiguas escrituras budistas, antes de convertirse en Chenrezig, vivió muchas vidas y encarnaciones previas como un bodhisattva llamado Sadāparibhūta. Con cada vida, fue perfeccionando las diez perfecciones para eliminar todo rastro de ignorancia y apego. Alcanzó la budeidad pero sus votos como bodhisattva lo inspiraron a seguir ayudando a los seres sintientes.
¿Quién es Chenrezig realmente?
Chenrezig es el epítome del amor y la compasión. Su nombre significa “el que observa los sonidos del mundo”. Representa la compasión de todos los budas, que nunca cesa y todo lo abarca. Se dice que escucha los gritos de ayuda en todo el universo y acude rápidamente en su auxilio. Es la manifestación de la sabiduría suprema de todos los budas, expresada como amor por todos los seres, sin excepción.
Iconografía
En el arte budista, Chenrezig tiene muchas formas. Quizás la más conocida es como un ser hermoso de cuatro brazos, sentado en posición de loto. Sus cuatro manos sostienen símbolos de compasión: un cuenco de néctar que otorga longevidad, una vara mágica para conceder deseos, un rosario que representa la sabiduría de los budas y finalmente una flor de loto que simboliza la pureza del cuerpo, habla y mente. Su rostro irradia amor, sabiduría y paz interior.
Otra representación común es con once caras y mil brazos extendidos, abarcando a todos los seres que sufren en el universo. Cada mano tiene un ojo, símbolo de su omnisciencia para ver todo sufrimiento. Sus once cabezas representan su capacidad para entender todos los puntos de vista y ser compasivo independientemente de las circunstancias.
Mantras de sanación
Uno de los mantras más conocidos en el budismo es el mantra de seis sílabas de Chenrezig: 'Om Mani Padme Hum'. Esta frase en sánscrito, significa 'alabanza a la joya del loto'.
Logra calmar la mente atormentada. Al utilizarla mientras meditamos, despierta en nuestro interior las cualidades positivas internas de amor incondicional y compasión. Es un mantra reconocido por su gran poder transformador, siempre que se recita con devoción, claro está. Se cree que invocarlo con sinceridad genera un campo de sanación que purifica el karma negativo y las emociones aflictivas.
Chenrezig nos recuerda que todos tenemos la semilla de la compasión dentro de nosotros. Que la sabiduría suprema es amar sin prejuicios ni condiciones. Su historia nos inspira a cultivar la bondad amorosa hacia todas las personas, sin importar sus defectos o cualidades. Esa es la magia del budismo.
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