Bodhisattva: Significado e importancia en el Budismo

El concepto del Bodhisattva en el budismo puede parecernos lejano o abstracto a primera vista. Es lo más normal si no estás familiarizado con las enseñanzas budistas. Cuando profundizamos en su significado, descubrimos un ideal muy humano y cercano que puede transformar positivamente nuestra existencia.
La figura del Bodhisattva
Un Bodhisattva es, en esencia, un ser que decide postergar su propia iluminación para ayudar a otros en el camino hacia la liberación espiritual. Encarna la compasión en acción, puesta al servicio del prójimo. Lejos de encerrarse en sí mismo, un Bodhisattva renuncia a su propia felicidad por empatía hacia el sufrimiento ajeno.
El ideal de un Bodhisattva
El ideal representado por los Bodhisattvas no pertenece de manera exclusiva al budismo, sino que forma parte del núcleo de toda gran tradición humanista y espiritual. Jesús de Nazaret sacrificó su vida por amor a la humanidad. La Madre Teresa de Calcuta renunció a sí misma por los más pobres de entre los pobres. La historia está llena de ejemplos semejantes.
Son faros en la noche para la humanidad. Personifican lo mejor de nosotros mismos: la capacidad de trascender el egoísmo en aras del bien común.
Cómo cultivar la actitud de un Bodhisattva
Aunque nos falte el halo divino de un Buddha o un Jesús, todos podemos aspirar a sembrar las semillas de la compasión a nuestro alrededor. No hace falta ser un santo para realizar pequeños gestos que alivien el malestar de otros. Una sonrisa, nuestra escucha empática o simplemente hacer a un lado nuestros quehaceres para ayudar a quien lo necesita está al alcance de cualquier persona.
De hecho, practicar la generosidad desinteresada nos vuelve más felices. La ciencia respalda que el altruismo activa los centros de placer en nuestro cerebro, otorgando una sensación de profundo bienestar.
El ideal del Bodhisattva es también un regalo para nosotros mismos.
Humanizar el ideal
La historia de los Bodhisattvas trasciende con creces las capacidades humanas. Pero reducir ese ideal a proporciones modestas, acordes a nuestras posibilidades cotidianas, puede motivar cambios significativos.
¿Y si dedicáramos, aunque sea unos minutos al día, a pensar en pequeñas maneras de sembrar bondad? Por ejemplo, cediéndole el asiento a un anciano en el autobús, recolectando fondos para una causa noble o simplemente sonriendo a los extraños que cruzamos en la calle.
Pequeños gestos que, sumados en el tiempo, hacen de este mundo un lugar mejor.
El Bodhisattva interior
Todos llevamos dentro, en mayor o menor medida, la semilla de la compasión. El Bodhisattva no es un modelo lejano, sino un impulso innato al servicio de los demás que puede crecer con nuestro cultivo consciente.
La clave está en conectar con esa parte generosa de nosotros mismos para llevarla a la acción. En el fondo, amamos profundamente a los otros, aunque a veces nos olvidamos de ello. Cuando recordamos esa verdad brota espontáneamente el deseo de ayudar. Y es ese deseo humilde de servir el que tiene el poder de transformarnos para bien.
El cambio comienza en nosotros
¿Seremos capaces de dejar a un lado nuestras necesidades egoístas por empatía hacia el prójimo? La respuesta marcará en gran medida nuestro destino como seres humanos. El Bodhisattva nos recuerda la urgencia de evolucionar más allá del ego.
Porque en un mundo tan necesitado de compasión, no basta con esperar el cambio: debemos convertirnos nosotros mismos en el cambio que queremos ver. Un cambio que, para florecer, requiere del compromiso de todos.
El futuro de la humanidad depende en gran medida de personas como tú o yo, capaces de sembrar amor ahí donde vayan.
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